La cama de sus papás era ( y sigue siendo) la cama elástica favorita. "Se la pasaba saltando y haciendo piruetas en la casa", cuenta Sonia Díaz, la mamá de Camila, -de siete años, pelo enrulado y diminuta-. Era tan inquieta que a los cuatro años decidió llevarla para que hiciera patín porque ella era profesora de esa disciplina. Pero un día Camila vio en la televisión una competencia de gimnasia artística y le pidió practicar eso también.
Desde que comenzó a ejercitarse, hace tres años, ya compitió en 14 torneos regionales. En julio obtuvo el 1° puesto en la categoría C3 infantil en suelo y salto. El año pasado compitió en un certamen nacional y era la más chiquita. Siempre lo es y termina en categorías con nenas de uno o dos años más.
Su entrenadora, Marta Manfredo, dice que es tan habilidosa que este año comenzó a practicar en cuatro aparatos, cuando lo normal sería que continuara en dos. Camila hace barra, suelo, salto y viga. Sus manitos ya acusan los sacrificios de tantas horas de entrenamiento. "Ayer se me reventaron unas ampollas", dice mientras muestra las secuelas. "Pero ya no me duele", aclara. Camila es una apasionada de ese deporte, por eso le dedica todas las tardes después que sale de su escuela. Su papá, Martín, la busca y le lleva el equipo y la merienda para que tome antes de entrenar.
Por la mañana se levanta y hace las tareas, porque además de buena deportista es muy aplicada. "Mirá, te mostraría la libreta para que veas que tiene todo 10", cuenta orgullosa su mamá. El año pasado le entregaron el diploma como mejor promedio. La veta artística le sale por los poros. A Camila le gusta escribir historias, cuentos, pero siempre con personajes y situaciones posibles. Aunque su cuento favorito es la Caperucita Roja, en sus relatos no hay fantasía. "Son hermosos y reales", aclara su mamá.
Cuando llega el momento de soñar a lo grande, entonces, Camila confiesa que le gustaría ser campeona del mundo en las Olimpíadas. Sus ojitos se le iluminan cuando dice esto y se ríe tímidamente. Es muy tímida y callada. "A veces yo le digo contale más a tus maestras lo que hacés, pero habla poco", reconoce su mamá.
Es una niña que todavía ama las muñecas y con su hermano Bautista, de cuatro años, juega a la mamá y al bebé. Para este día del Niño pidió un oso gigante, más grande que ella. (Por N.V.)